
El fisting es libertad.
El fisting es intimidad.
El fisting es político.
El 5 de mayo celebramos el Día Internacional del Fisting, un día que creamos para la visibilidad, la educación y la autodeterminación queer.
En un mundo que a menudo aún estigmatiza la diversidad sexual, el 5 de mayo es más que una fecha en el calendario. Es un día en el que decimos: Nuestros cuerpos nos pertenecen. Nuestro placer es válido. Nuestra práctica merece respeto y espacio.
El Día Internacional del Fisting representa el autoempoderamiento radical, el consentimiento, la comunidad y una cultura queer de apertura. Te invitamos a explorar, a unirte y a celebrar.
Este sitio web es un espacio para historias, educación, eventos e intercambio. Ya seas curioso o experimentado, escéptico o entusiasta, aquí encontrarás contenido que informa, conecta e inspira. Porque el fisting es más que una práctica. Es una expresión de intimidad y rebeldía a la vez.

EL 5 DE MAYO ES EL DÍA INTERNACIONAL DEL FISTING
Voces de la comunidad
-
Daniel (36 años, Berlín): La confianza es mi lenguaje de placer
“Nunca tuve el cuerpo que otros encontraban sexy. En la escena, a menudo me sentía solo a medias. No fue hasta que me fistearon por primera vez —de verdad, no solo técnicamente— que entendí lo que es la rendición. No se trata de penetración. Se trata de dar espacio. Mantenerlo. En esa profundidad, encontré algo que nunca antes había tenido con ninguna otra forma de sexo: una confianza que no cuestiona si soy suficiente.”
-
Amina (42 años, Róterdam): Mi cuerpo me pertenece, ni siquiera en la clínica.
“Soy intersexual y me operaron de niña. Nadie me preguntó qué quería. Pasaron décadas antes de que pudiera volver a sentir mi cuerpo. El fisting fue mi camino de regreso. No como una recreación, sino como control. Como una reapropiación. Yo decido hasta dónde llegar. Yo digo cuándo terminar. Eso no es fetiche para mí. Ese es mi no. Y mi sí.”
-
Lucas (27, São Paulo): Necesitaba toque, no rendimiento
“Crecí con la idea de que el sexo siempre tenía que ser intenso, rápido y apasionado. El fisting cambió por completo mi comprensión de la intimidad. No hay prisa. No hay un 'venga ya'. Es como una danza silenciosa. Como una meditación. Mi novio siempre dice: "Tu entrada es un regalo". No creo que lo diga en un sentido puramente físico.“
-
Mirek (50 años, Praga): Entre el cuero, el club y la iglesia
“Durante décadas, intenté rezar para que mi sexualidad se disipara. Era sacerdote. Y no era feliz. A los 40, entré en el mundo del cuero, donde me vieron por primera vez. Había orgullo. Había deseo. Había fisting, no como un exceso, sino como un ritual. Hoy ya no estoy en la iglesia. Pero creo más que nunca en algo más grande.“
-
Jérôme (31 años, Marsella): Quería sentirme vivo
“Estuve deprimida. Durante mucho tiempo. Y vacía. Mi cuerpo se sentía desconectado de todo lo que realmente me define. Me había reconstruido en terapia, pero la sensación me faltaba. Solo a través del fisting con mi pareja —lenta, intencionalmente, con total seguridad— volví a la vida. Era crudo, pero real. Por primera vez, sentí que había llegado a mi cuerpo.“
-
Kyle (25, Toronto): El fisting me enseñó a decir no
“Siempre pensé que si te gusta el fisting, tienes que estar abierto a todo. Durante años, traspasé mis límites, incluso emocionalmente. En un taller, aprendí a practicar verdaderamente el consentimiento. Después de eso, todo cambió. Para mí, el fisting ya no es el objetivo, sino el proceso. Y a veces ese proceso significa: "Te cogeré la mano. Y con eso basta".“